El
puesto español más avanzado en el norte de la costa pacífica de
Norteamérica era San Lorenzo de Nutka (en inglés Nootka) ocupado
desde 1789 hasta 1794. Se perdió debido a una cuestión diplomática
con Inglaterra, que se llamó en la época “la cuestión de Nutka”.
Durante
la breve vida del establecimiento de San Lorenzo de Nutka, también
llamado Santa Cruz, los españoles colocamos una batería en la isla
de San Miguel y, bajo sus cañones, un poblado bien abastecido
considerando la gran distancia que había desde la base de apoyo
español, San Blas, a 1.800 millas, en la costa mexicana de Nayarit.
A este pueblo fue asignado el capitán Pedro Alberni como comandante
del destacamento militar, bajo las órdenes del teniente de navío
Francisco Eliza, del Puerto de Santa María (Cádiz).
En
este poblado se intentó el primer experimento agrícola y científico
en la costa noroeste de América, dado que los nativos estaban poco
interesados en tales esfuerzos. Sin duda, estas actividades agrícolas
estaban motivadas por la posibilidad de una ocupación a gran escala
del territorio. El protagonismo corresponde a Alberni animado en todo
momento por el comandante del establecimiento, quién ponderó
entusiásticamente el carácter trabajador, eterano de la guerra de
Portugal y endurecido en las luchas con los indios bajo los soles
ardientes de Sonora y las regiones tropicales de la Nueva España,
del joven catalán “propio del carácter general de su provincia”.
Porque
hay que hacer constar que Pedro Alberni era catalán y capitán de
los Voluntarios de Cataluña, nacido en 1747, en la zona agrícola de
Tortosa. Con 15 años era cadete de la segunda compañía de
Infantería Ligera de Cataluña. En el año de 1762, dos compañías
de Cataluña fueron enviadas como refuerzo a la guerra contra los
portugueses. Alberni se presentó voluntario. Y en esa unidad
permaneció los siguientes 35 años de servicio hasta su muerte en
California. Pues las dos compañías de Voluntarios de Cataluña
fueron enviadas a la frontera norte del virreinato de la Nueva España
en 1767, teniendo un elevado protagonismo en la ocupación de la Alta
California en 1769. El propio Alberni nos cuenta en su historial que
“hice 26 salidas a campaña contra los indios seris, pimas y
pápagos. Además de cuatro ataques al reducto principal de los
indios en Cerro Prieto.” Todo esto en los 38 meses que duró la
lucha contra los indios. Hasta 1776 sirvió, con el grado de capitán,
como comandante de la provincia de Nayarit, cuya capital, Tepic, era
el centro logístico de la expansión española en la costa pacífica
de Norteamérica. Llegó a ser muy popular entre los misioneros y los
indios y dejó la provincia en perfecto orden.
Pasó
a su siguiente destino, comandante y gobernador militar del fuerte de
Nutka, cargo en el que sirvió durante 35 meses y donde fue ascendido
a teniente coronel por sus servicios. En esta fecha, los catalanes
habían disminuido notablemente en la composición de las compañías
de voluntarios: de un total de 144 españoles sólo quedaban 17
oriundos de Cataluña, 43 de las diversas regiones peninsulares, 1
del Piamonte y 79 americanos.
Una
vez en Nutka, con un destacamento de 31 soldados, Alberni estableció
las guardias necesarias para la protección de la batería de San
Miguel, el buque insignia y el establecimiento de Yuquot. Como no era
partidario de mantener a sus hombres ociosos cuando servían en la
frontera, Alberni dirigió la construcción de diversos
establecimientos, edificios, almacenes y tinglados alineados en la
Cala de los Amigos (actualmente Friendly Cove). Además “adiestró
a su tropa en el cultivo de las hortalizas, él excavó pozos y formó
acueductos. Crió alguna cantidad de aves y hubiera sido capaz de
defender del hambre a toda la tripulación con sus continuos
arbitrios”. El oficial catalán llegó a ser un excelente
diplomático en la convivencia diaria. A los visitantes extranjeros
se les hacía la boca agua con sus productos de la huerta, sus bien
cuidadas aves de corral y sus frutos silvestres. Más significativa
fue su destreza en las relaciones con los indios de Nutka, habitantes
originales de la región, que estaban muy deterioradas desde la
llegada de los españoles. El anterior comandante había matado de un
disparo a un jefe principal de la tribu, y el nuevo jefe, Maquina, no
se relacionaba con los españoles. Alberni se dio cuenta del complejo
de inseguridad que Maquina padecía, ideó una estratagema para
reafirmar al jefe en su perdida confianza, un plan viejo como el
tiempo: utilizar el halago en grandes cantidades. Se trataba de
fomentar en Maquina el deseo de visitar a los españoles para
halagarle los oídos. Nuestro catalán compuso una pequeña canción
con las pocas palabras nutkesas que conocían en aquella época
utilizando una popular canción andaluza “El Mambrú”, celebrando
la grandeza y amistad que España profesaba a este jefe y a toda su
nación:
Maquina,
Maquina, Maquina
Es
un gran príncipe amigo nuestro
España,
España, España
Es
amiga de Maquina y de Nutka.
El
compositor Alberni enseñó esta canción a toda la tropa, quienes la
cantaron enseguida como canción de moda especialmente dirigida a
Maquina. El éxito fue inmediato. Maquina se llegó al campamento
español pidiendo que le enseñaran la canción. Se la aprendió tan
bien que dos años más tarde aún la cantaba según recogió el
naturalista José Mariano Moziño. La amistad que había renacido
perduró y dio sus frutos: los españoles eran obsequiados con
cantidad de peces que los indios pescaban.
Pero
donde más se distinguió Alberni fue en las actividades agrícolas,
muy apreciadas y meritorias. Hizo trabajar a sus soldados limpiando
matorrales, talando árboles, cavando zanjas, abriendo canales de
riego y arando la tierra. Para estos trabajos “utilizaba a los que
antes de tomar el fusil habían manejado la hazada”, “logró
cambiar ásperas breñas en manción agradable y útil al navegante.”
Alberni se propuso hacer la, más tarde conocida como, Columbia
Británica lo más parecida posible a Cataluña. Simultaneaba los
trabajos agrícolas con la cría de aves de corral, como pavos,
pollos, patos, etc. Su esfuerzo encontró un enemigo duro de roer:
las ratas, “a causa de que no obstante la diligencia con que se
perseguían, se habían extendido con más rapidez las ratas que
habían traído las embarcaciones”.
Motivado
por el deseo de organizar una base agrícola permanente para un
futuro establecimiento definitivo de los españoles en la zona,
Alberni llevó a cabo su experimento agrícola sistemáticamente;
sembró varios surcos de vegetal y un semillero a intervalos
semanales para determinar el tiempo más apropiado para la siembra,
teniendo en cuenta la corta duración de la estación con la que
tenía que enfrentarse. Tenemos muchas noticias de diversos viajeros,
como los oficiales de la expedición Malaspina en 1791: “los
rábanos alcanzan proporciones gigantescas tan grandes como el muslo
de un hombre y siempre muy tiernos; de las lechugas decimos que son
tres veces más grandes que en la Europa.” Sabemos que las
calabazas y los tomates eran muy pequeños y no maduraban bien. Los
garbanzos dan la mata verde pero no granan, lo mismo le ocurría al
trigo y al maíz. La que sí cuajó bien fue la cebada, al igual que
la patata. Todas las cosechas necesitaban grandes cuidados porque o
bien se pudrían por exceso de lluvias o por carencia de las mismas
se producían gusanos que malograban las plantas.
En
el terreno de la ganadería todo iba bien, los corrales para el
experimento porcino estaban emplazados en la isla de los Cerdos (Hog
Island), entre el establecimiento y la batería. “Como en invierno
se cubre de nieve el terreno, y en verano no se encuentran yervas al
propósito que poder guardar para aquella estación, no es dable
mantener ganado vacuno ni lanar, y sólo puede tenerse de cerda y
algún cabrío”.
Muchos
años después de la marcha de los españoles de Nutka, aun quedaban
evidencias del huerto tan cuidadosamente cultivado por Pedro Alberni
y sus hombres. John Jewitt, un marinero yanqui que estuvo varios años
prisionero del jefe Maquina, ha dejado un relato del experimento de
los españoles en el que se mencionan diversas plantas europeas que
habían conseguido propagarse como las cebollas, los guisantes y
otras; que les permitieron a él y a un correligionario sobrevivir
cuando los indios salían al mar a la caza de la ballena y los
dejaban a merced de las mujeres.
Alberni
había sido ascendido en Nutka y estaba tan bien considerado por sus
superiores que éstos pensaron en alguna clase de distinción
especial, gracias a las recomendaciones tanto de Bodega y Cuadra como
de Malaspina y del virrey de la Nueva España. En 1792 fue propuesto
como gobernador de California, la máxima autoridad tanto militar
como civil de la provincia. Aunque no consiguió el puesto, poco
después fue trasladado a California como comandante militar del
presidio de San Francisco. A la muerte del gobernador Borica, llegó
a ser comandante militar de la Alta California, con el grado de
coronel.
En
Monterrey, capital de California, el 11 de marzo de 1802, cuando le
faltaban cuatro meses para cumplir los 40 años de servicio en el
ejército, Alberni murió de hidropesía.
En
su honor, existe hoy en la costa oeste de la Columbia Británica,
Canadá, un gran canal llamado Canal Alberni, con su correspondiente
ciudad en el interior del canal, llamada Puerto Alberni.
Para saber más, como siempre la Wikipedia. Y en este caso, como en otros muchos sobre la historia de España, mejor la Wikipedia en inglés que la española