lunes, 21 de enero de 2013

Un navarro universal


En 1506 nació Francisco Jaso y Azpilicueta, llamado Francisco de Javier, por el castillo navarro donde vivían sus padres.

Había estudiado en la Universidad de París donde había coincidido con Loyola. Al principio había chocado con éste, pero la muerte de una hermana lo sumió en una crisis anímica que trasmutó en su vocación religiosa. Jesuita de primera hora, fue ordenado sacerdote en 1537. No quería puestos burocráticos por lo que salió de España en calidad de nuncio apostólico, partió para la India requerido como misionero por Ignacio de Loyola, fundador de la Compañía de Jesús, a petición del Papa Paulo III y del rey de Portugal Juan III. Tenía 35 años, edad poco apropiada para la aventura viajera si tenemos en cuenta la corta esperanza de vida de la época. Tardó un año en recorrer la distancia entre Lisboa y Goa, capital de los territorios portugueses en el subcontinente asiático.

Entre 1542 y 1547, recorrió la costa de Comorín, Ceilán (actual Sri Lanka), Malaca y las islas Ambón y Morocai de las Molucas, para regresar de nuevo a Malaca y de allí saltar a la India por la costa de Pesquería, hasta llegar otra vez a Goa y Cochín.

Francisco Javier, intrigado por las noticias de un país desconocido pero con un alto nivel de civilización, se dispuso a dar el salto. Ni corto ni perezoso se subió a un sampán pirata que lo llevó hasta tierras niponas. Una vez allí, recorrió Kagoshima, Satsuma, la isla de Hirado y Yamaguchi. Instruyó en el cristianismo a los señores feudales (daimios). Admitió que si los paganos estaban abiertos al bien, eran fieles a su Dios y vivían conformes a la naturaleza, podrían lograr la gracia de la salvación eterna. Ideas muy innovadores y no exentas de fuertes críticas para la mentalidad cristiana de la época. Recordemos que Lutero clavó las 95 tesis en Wittenberg en el año 1517, y la que se lió.

En 1551 emprendió un nuevo viaje, esta vez a la China, pero murió en 1552 a las puertas del celeste imperio. Aún no había cumplido los 46 años.

Políglota y carismático, siempre ansioso de conocer, fue muy popular entre los habitantes autóctonos. Formó en la India catequistas laicos casados y llegó a redactar instrucciones para la oración, tanto para adultos como para niños. Casi 30.000 personas fueron bautizadas por sus manos en sus viajes.

Sus restos son venerados en Goa, donde fueron trasladados por orden de Ignacio de Loyola, que supo de su muerte años después de que ocurriera.


Fue beatificado en 1619 y canonizado en 1622.

Para saber más: http://dpto.educacion.navarra.es/elmundodejavier/

martes, 15 de enero de 2013

Miscelanea I


La lengua, compañera del Imperio
Hombre de humilde origen, Nebrija se educó en Italia, especialmente en Bolonia, donde asimiló las nuevas concepciones de la filología y las nuevas técnicas de enseñanza que él implantó luego en su patria. Entusiasta de todo lo relacionado con la antigüedad clásica, exploró con espíritu de arqueólogo las ruinas de la Mérida romana, e implantó en la Península los estudios helénicos. Nebrija desarrolló su labor pedagógica en las universidades de Salamanca y de Alcalá. Fue él quien dio el paso jamás soñado por los eruditos hispanos: si el conocimiento del latín era expresable en una gramática, no tenía por qué no serlo también el del castellano.
La importancia de Nebrija es mucho mayor que la de un simple gramático. Junto con los sabios italianos residentes en España y Portugal, él sentó en el mundo hispánico las bases del humanismo, movimiento paneuropeo, búsqueda colectiva del saber emprendida por un grupo numeroso de personas a quienes unía el conocimiento de las dos lenguas internacionales, el griego y el latín, de tal manera que entre el andaluz Nebrija y el holandés Erasmo no había ninguna barrera idiomática.
La gramática en que Nebrija puso debajo del arte (o sea, reducir su artificiosidad) la lengua castellana acabó de imprimirse en Salamanca el 18 de agosto de 1492, cuando Cristóbal Colón navegaba hacia lo aún desconocido. Tanto más notable es la insistencia con que subraya el humanista, en el prólogo, la idea de que “siempre la lengua fue compañera del imperio”. Era imposible que le pasara por la imaginación lo que el genovés iba a encontrar. En realidad, Nebrija pensaba en cosas más concretas: en los primeros días de ese mismo año de 1492, los Reyes Católicos habían recibido de manos del Rey Boabdil las llaves de la ciudad de Granada, último reducto de los moros en España, y en la corte se hablaba de la necesidad de continuar la lucha, quitándoles tierra a los musulmanes en el norte de África, y seguir, ¿Por qué no?, hasta arrebatarles el sepulcro de Cristo, en Jerusalén.
Cuando el manuscrito fue presentado a la reina Isabel, después de hojearlo ésta preguntó: ¿Para qué puede aprovechar?. El reverendo obispo de Ávila, el cardenal Francisco Jiménez de Cisneros se explayó explicando la necesidad de tener una lengua que poder enseñar a todos los pueblos bárbaros y naciones de peregrinas lenguas que caigan bajo el yugo de Su Católica Majestad, para poder recibir la leyes que el vencedor pone al vencido y con ellas nuestra lengua, tal como los ejércitos romanos impusieron el latín a una España bárbara en que se hablaban peregrinas lenguas.
Poco después, ese mismo año, la vaga “profecía” imperial de Nebrija se convirtió en inesperada y esplendorosa realidad. Pero no tuvo la misma suerte su gramática, que no volvería a reimprimirse hasta muy entrado el siglo XVIII, y lo fue por razones de mera curiosidad o erudición. Extrañamente, a lo largo de los tres siglos de predominancia española en el mundo fueron poquísimas las gramáticas que se compusieron e imprimieron en España. Las publicadas en el extranjero y destinadas a extranjeros fueron muchas.

Leido en: Antonio Alatorre. Los 1.001 años de la lengua castellana. FCE y Colegio de México. México

viernes, 11 de enero de 2013

Pedro Alberni, catalán y soldado español


El puesto español más avanzado en el norte de la costa pacífica de Norteamérica era San Lorenzo de Nutka (en inglés Nootka) ocupado desde 1789 hasta 1794. Se perdió debido a una cuestión diplomática con Inglaterra, que se llamó en la época “la cuestión de Nutka”.
Durante la breve vida del establecimiento de San Lorenzo de Nutka, también llamado Santa Cruz, los españoles colocamos una batería en la isla de San Miguel y, bajo sus cañones, un poblado bien abastecido considerando la gran distancia que había desde la base de apoyo español, San Blas, a 1.800 millas, en la costa mexicana de Nayarit. A este pueblo fue asignado el capitán Pedro Alberni como comandante del destacamento militar, bajo las órdenes del teniente de navío Francisco Eliza, del Puerto de Santa María (Cádiz).
En este poblado se intentó el primer experimento agrícola y científico en la costa noroeste de América, dado que los nativos estaban poco interesados en tales esfuerzos. Sin duda, estas actividades agrícolas estaban motivadas por la posibilidad de una ocupación a gran escala del territorio. El protagonismo corresponde a Alberni animado en todo momento por el comandante del establecimiento, quién ponderó entusiásticamente el carácter trabajador, eterano de la guerra de Portugal y endurecido en las luchas con los indios bajo los soles ardientes de Sonora y las regiones tropicales de la Nueva España, del joven catalán “propio del carácter general de su provincia”.
Porque hay que hacer constar que Pedro Alberni era catalán y capitán de los Voluntarios de Cataluña, nacido en 1747, en la zona agrícola de Tortosa. Con 15 años era cadete de la segunda compañía de Infantería Ligera de Cataluña. En el año de 1762, dos compañías de Cataluña fueron enviadas como refuerzo a la guerra contra los portugueses. Alberni se presentó voluntario. Y en esa unidad permaneció los siguientes 35 años de servicio hasta su muerte en California. Pues las dos compañías de Voluntarios de Cataluña fueron enviadas a la frontera norte del virreinato de la Nueva España en 1767, teniendo un elevado protagonismo en la ocupación de la Alta California en 1769. El propio Alberni nos cuenta en su historial que “hice 26 salidas a campaña contra los indios seris, pimas y pápagos. Además de cuatro ataques al reducto principal de los indios en Cerro Prieto.” Todo esto en los 38 meses que duró la lucha contra los indios. Hasta 1776 sirvió, con el grado de capitán, como comandante de la provincia de Nayarit, cuya capital, Tepic, era el centro logístico de la expansión española en la costa pacífica de Norteamérica. Llegó a ser muy popular entre los misioneros y los indios y dejó la provincia en perfecto orden.
Pasó a su siguiente destino, comandante y gobernador militar del fuerte de Nutka, cargo en el que sirvió durante 35 meses y donde fue ascendido a teniente coronel por sus servicios. En esta fecha, los catalanes habían disminuido notablemente en la composición de las compañías de voluntarios: de un total de 144 españoles sólo quedaban 17 oriundos de Cataluña, 43 de las diversas regiones peninsulares, 1 del Piamonte y 79 americanos.
Una vez en Nutka, con un destacamento de 31 soldados, Alberni estableció las guardias necesarias para la protección de la batería de San Miguel, el buque insignia y el establecimiento de Yuquot. Como no era partidario de mantener a sus hombres ociosos cuando servían en la frontera, Alberni dirigió la construcción de diversos establecimientos, edificios, almacenes y tinglados alineados en la Cala de los Amigos (actualmente Friendly Cove). Además “adiestró a su tropa en el cultivo de las hortalizas, él excavó pozos y formó acueductos. Crió alguna cantidad de aves y hubiera sido capaz de defender del hambre a toda la tripulación con sus continuos arbitrios”. El oficial catalán llegó a ser un excelente diplomático en la convivencia diaria. A los visitantes extranjeros se les hacía la boca agua con sus productos de la huerta, sus bien cuidadas aves de corral y sus frutos silvestres. Más significativa fue su destreza en las relaciones con los indios de Nutka, habitantes originales de la región, que estaban muy deterioradas desde la llegada de los españoles. El anterior comandante había matado de un disparo a un jefe principal de la tribu, y el nuevo jefe, Maquina, no se relacionaba con los españoles. Alberni se dio cuenta del complejo de inseguridad que Maquina padecía, ideó una estratagema para reafirmar al jefe en su perdida confianza, un plan viejo como el tiempo: utilizar el halago en grandes cantidades. Se trataba de fomentar en Maquina el deseo de visitar a los españoles para halagarle los oídos. Nuestro catalán compuso una pequeña canción con las pocas palabras nutkesas que conocían en aquella época utilizando una popular canción andaluza “El Mambrú”, celebrando la grandeza y amistad que España profesaba a este jefe y a toda su nación:
                                         Maquina, Maquina, Maquina
                                         Es un gran príncipe amigo nuestro
                                         España, España, España
                                         Es amiga de Maquina y de Nutka.
El compositor Alberni enseñó esta canción a toda la tropa, quienes la cantaron enseguida como canción de moda especialmente dirigida a Maquina. El éxito fue inmediato. Maquina se llegó al campamento español pidiendo que le enseñaran la canción. Se la aprendió tan bien que dos años más tarde aún la cantaba según recogió el naturalista José Mariano Moziño. La amistad que había renacido perduró y dio sus frutos: los españoles eran obsequiados con cantidad de peces que los indios pescaban.
Pero donde más se distinguió Alberni fue en las actividades agrícolas, muy apreciadas y meritorias. Hizo trabajar a sus soldados limpiando matorrales, talando árboles, cavando zanjas, abriendo canales de riego y arando la tierra. Para estos trabajos “utilizaba a los que antes de tomar el fusil habían manejado la hazada”, “logró cambiar ásperas breñas en manción agradable y útil al navegante.” Alberni se propuso hacer la, más tarde conocida como, Columbia Británica lo más parecida posible a Cataluña. Simultaneaba los trabajos agrícolas con la cría de aves de corral, como pavos, pollos, patos, etc. Su esfuerzo encontró un enemigo duro de roer: las ratas, “a causa de que no obstante la diligencia con que se perseguían, se habían extendido con más rapidez las ratas que habían traído las embarcaciones”.
Motivado por el deseo de organizar una base agrícola permanente para un futuro establecimiento definitivo de los españoles en la zona, Alberni llevó a cabo su experimento agrícola sistemáticamente; sembró varios surcos de vegetal y un semillero a intervalos semanales para determinar el tiempo más apropiado para la siembra, teniendo en cuenta la corta duración de la estación con la que tenía que enfrentarse. Tenemos muchas noticias de diversos viajeros, como los oficiales de la expedición Malaspina en 1791: “los rábanos alcanzan proporciones gigantescas tan grandes como el muslo de un hombre y siempre muy tiernos; de las lechugas decimos que son tres veces más grandes que en la Europa.” Sabemos que las calabazas y los tomates eran muy pequeños y no maduraban bien. Los garbanzos dan la mata verde pero no granan, lo mismo le ocurría al trigo y al maíz. La que sí cuajó bien fue la cebada, al igual que la patata. Todas las cosechas necesitaban grandes cuidados porque o bien se pudrían por exceso de lluvias o por carencia de las mismas se producían gusanos que malograban las plantas.
En el terreno de la ganadería todo iba bien, los corrales para el experimento porcino estaban emplazados en la isla de los Cerdos (Hog Island), entre el establecimiento y la batería. “Como en invierno se cubre de nieve el terreno, y en verano no se encuentran yervas al propósito que poder guardar para aquella estación, no es dable mantener ganado vacuno ni lanar, y sólo puede tenerse de cerda y algún cabrío”.
Muchos años después de la marcha de los españoles de Nutka, aun quedaban evidencias del huerto tan cuidadosamente cultivado por Pedro Alberni y sus hombres. John Jewitt, un marinero yanqui que estuvo varios años prisionero del jefe Maquina, ha dejado un relato del experimento de los españoles en el que se mencionan diversas plantas europeas que habían conseguido propagarse como las cebollas, los guisantes y otras; que les permitieron a él y a un correligionario sobrevivir cuando los indios salían al mar a la caza de la ballena y los dejaban a merced de las mujeres.
Alberni había sido ascendido en Nutka y estaba tan bien considerado por sus superiores que éstos pensaron en alguna clase de distinción especial, gracias a las recomendaciones tanto de Bodega y Cuadra como de Malaspina y del virrey de la Nueva España. En 1792 fue propuesto como gobernador de California, la máxima autoridad tanto militar como civil de la provincia. Aunque no consiguió el puesto, poco después fue trasladado a California como comandante militar del presidio de San Francisco. A la muerte del gobernador Borica, llegó a ser comandante militar de la Alta California, con el grado de coronel.
En Monterrey, capital de California, el 11 de marzo de 1802, cuando le faltaban cuatro meses para cumplir los 40 años de servicio en el ejército, Alberni murió de hidropesía.
En su honor, existe hoy en la costa oeste de la Columbia Británica, Canadá, un gran canal llamado Canal Alberni, con su correspondiente ciudad en el interior del canal, llamada Puerto Alberni.

Para saber más, como siempre la Wikipedia. Y en este caso, como en otros muchos sobre la historia de España, mejor la Wikipedia en inglés que la española

martes, 8 de enero de 2013

El sueño de California


De origen desconocido, supuestamente portugués aunque algunos autores lo hacen nacer en la provincia de Sevilla, Juan Rodríguez Cabrillo fue un veterano de la flota de Pánfilo de Narváez y la conquista de México, se sabe que en el año 1542  fue  comisionado  para explorar la costa norte del Pacífico siguiendo  las rutas abiertas anteriormente por iniciativa de Hernán Cortés. Ya se sabía que California no era una isla, sino una península. Su misión consistió en encontrar un estrecho al norte que uniera los océanos Pacífico y Atlántico, el famoso Paso del Noroeste, y con él un nuevo camino hacia Europa desde América. Por supuesto, debía tomar posesión de todas las tierras que encontrara a su paso para la Corona.

Rodríguez Cabrillo partió del puerto de Barra de Navidad, en Jalisco, en junio de 1542. En agosto, y tras costear zonas desconocidas desde el cabo del Engaño, fue recalando en la isla de San Agustín, para en septiembre avistar y explorar el cabo de la Cruz, el puerto de la Ensenada, al que llamó San Mateo, y el de San Miguel. Acababa de descubrir la bahía de San Diego, como luego hizo con el puerto de Los Ángeles, al que llamó San Pedro, y Santa Mónica. También dio nombre a las islas de San Salvador y La Victoria. Ya en el mes de octubre el grupo tomó tierra en la bahía de los Fuegos y continuó viaje topándose en el camino con numerosos grupos indígenas, cuya descripción consta en unas relaciones de aquel descubrimiento que se atribuye a Juan Páez. Después llegaron al cabo de Galera, a la isla que llamaron de Posesión y al cabo de San Martín. 


Tras numerosas incursiones por tierra y navegación costera, decidieron invernar en la isla de Posesión en la Alta California, donde Rodriguez Cabrillo, que anteriormente había resultado herido al caerse del caballo, murió. Era el 3 de enero de 1543.