martes, 18 de enero de 2011

Ivan Hood

Lunes por la tarde, tengo que matar una horita esperando, decido entrar en la Librería Beta de República Argentina. El mismo lugar donde mi amigo Ismael hizo las prácticas para poder trabajar en régimen de semi-esclavitud en la librería que esta cadena abrió en Algeciras.

Recorro el pasillo de entrada ojeando las novedades, hay algunas cosas curiosas que me apetecería leer pero sin intención de comprarlas. Sólo estamos el vendedor y yo, ni un solo potencial cliente. Hojeo el tomo de “Requetés”, hace poco leí en la columna de Pérez-Reverte una reseña encomiosa. Veo muchas fotos interesantes, y algunas cartas son entrañables. Puto Reverte, otro libro para “the pila”.

El silencio es roto por unas risas juveniles, levanto la cabeza y veo pasar por mi lado a dos jovencitas de uniforme escolar. Me acuerdo del cabrón de Sánchez Dragó y sus japonesitas. Las chicas no deben tener más de 15 años, van cogidas del brazo y riéndose todavía. Se ponen a mirar por una estantería de libros de aventuras. Deben estar buscando algún libro para el colegio.

El único vendedor que queda en la tienda, en otras épocas llegó a haber cuatro, se dirige hacia ellas. Las risas se recrudecen, una da un codazo a la otra, quién se pone colorada. Dejo de intentar disimular y las miro por encima del borde de las Aventuras de Huckleberry Finn que estoy leyendo.

- ¿puedo ayudaros?- El vendedor se muestra solícito, lo conozco de otras veces y se que al hombre le encantan los libros. Aunque no es un dechado de cortesía.

Las chicas se ríen y la portavoz se sonroja aún más.

- ¿tiene el libro Ivan Hood?.

En un primer momento creo que he oído mal. Pero el vendedor se hace repetir la pregunta. Y sí, ese libro buscan: Ivan Hood.

- ¿No estaréis buscando Robín Hood?. Me parece una suposición bastante acertada. Pero me mosquea que las niñas sigan riéndose acaloradas.

- No. El título es Ivan Hood. Mas risas.

De pronto se hace la luz y el vendedor pregunta: - ¿Ivanhoe?.

Más risas y más sonrojo. La segunda chica repite: Ivan joe, Ivan joe y se desternilla. Gira la cara y me ve mirarla con cara de sorpresa. Se pone más colorada todavía y se vuelve hacia su amiga, escondiendo la cara en el hombro de ésta.

El vendedor que ha seguido la mirada de la muchacha me sonríe. Le brillan los ojos. Y suelta:

-Una cosa es la novela Ivanhoe; y otra muy distinta es ¡Iván, joé!.

Las chicas y yo soltamos una carcajada apoteósica. Bueno, la mía es mucho más sonora que las suyas. Ambas se vuelven a mirarme y se sonrojan más si es posible.

El vendedor les explica que es una novela muy interesante, que está disponible en varias ediciones. Y les pregunta por la recomendada por el profesor.

-Yo quiero una que no tenga demasiadas páginas. Me han dicho unas compañeras que hay una que trae un montón de páginas. Esa no, no quiero esa. Sólo tengo que leerla por obligación.

Al escuchar esa explicación se me cortaron las ganas de reír. Dos chicas de unos 14 años que leían por obligación, a las que les hacía mucha gracia el tener que decir “hoe” en público.

Cuando salgo de la librería voy pensando que probablemente ni siquiera lean esa novela cuando se enteren que existe la película en color.

Si esto no es la decadencia de Occidente que baje Spengler y lo vea.

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