domingo, 21 de noviembre de 2010

En la bahía de Chesapeake

Entre Florida, explorada por Ponce de León en 1512, y la península de Terranova se extendía inhóspita y apenas tocada por los europeos la costa atlántica de lo que hoy son los EEUU. En 1523, el acomodado oidor toledano Lucas Vázquez de Ayllón logró obtener en España una capitulación con licencia para proseguir con el descubrimiento de esas tierras en el remoto norte.

Desde Santo Domingo envió dos carabelas de tanteo al mando de Pedro de Quexos, quien ya había navegado en 1520 por aquella región que los indígenas llamaban Chicora. A vuelta traían esclavos y algo de oro, y Vázquez de Ayllón se preparó para una gran expedición de conquista y colonización en la actual Virginia.

Partió de Puerto Plata con cinco naves y 500 hombres, mujeres y frailes en 1526, después de dilapidar su fortuna en el flete de las naves y en pertrechos. Su idea era recorrer Chicora y el resto de las tierras situadas al norte hasta llegar a Terranova, donde suponía debía existir un paso hacia el Pacífico y la Especiería, y por el camino ir tomando posesión de aquellos supuestos paraísos. Nada más lejos de la realidad.



En la desembocadura del río, que llamaron Jordán, junto al actual Cabo del Miedo, perdieron una nave y descubrieron que las tierras prometidas no aparecían. Siguieron hacia el norte y al llegar al actual estado de Carolina del Norte, cerca de la bahía de Chesapeake, fundaron la ciudad de San Miguel de Guadalupe. Pero el emplazamiento, primero realizado por los europeos en aquel territorio, cien años antes de la llegada del Mayflower, estaba siendo edificado sobre terrenos pantanosos, rodeado de ciénagas y de nativos en pie de guerra.

Además, llegó el invierno y con él un frio helador que acabó incluso con la vida de Vázquez de Ayllón en 1529. Los supervivientes decidieron regresar a La Española. Llegaron sólo 150 de los 500 que partieron tres largos años atrás.

El cadáver de Ayllón fue arrojado al mar en el viaje de vuelta.

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