lunes, 13 de septiembre de 2010

Dos españoles que se hicieron indios

Cuando Hernán Cortés arribó a la isla de Cozumel, frente a la península del Yucatán, en los primero días de marzo de1519, se propuso localizar a varios españole que según las noticias permanecían allí cautivos. Un grupo de soldados trajo a seis o siete nativos casi desnudos armados con arcos y flechas,

¿Quién es el español? -preguntó Cortés.
Yo soy – respondió uno de los presentes.


Cuentan las crónicas que “de su natural color era moreno, venía trasquilado como un indio esclavo, traía un remo al hombro, una ruin manta, sus partes cubiertas con un paño a modo de braguero y en la manta un bulto, que después se vio era un libro de oraciones.” Cortés le mandó vestir camisa, jubón y unos calzones, y calzar unas alpargatas, y le dieron para cubrirse una montera.

Era Jerónimo de Aguilar, natural de Écija. En 1512 se había embarcado con Juan de Valdivia con la intención de llevar a La Española noticias y riquezas del Darién. Pero el barco naufragó cerca del Yucatán. Sólo dos miembros de la tripulación pudieron sobrevivir al naufragio y a los indios: el propio Aguilar y Gonzalo Guerrero, natural de Palos de Moguer. Este último asimiló la cultura indígena de sus captores, mientras que Aguilar se mantuvo fiel a sus fuertes creencias religiosas.

En 1517 la expedición de Francisco Hernández de Córdoba dio cuenta de la presencia de españoles en aquellas tierras al gobernador de Cuba, Diego Velázquez, quién encargó a Cortés una exploración de las tierras del oeste, donde se creía podía haber un rico y poderoso imperio. Aguilar se convirtió en una pieza imprescindible para Cortés, pues había aprendido el maya, en la conquista de México junto a la traductora o “lengua” doña Marina Malinalli, la famosa Doña Malinche, hija de unos caciques de Olutla, quienes como muchos otros pueblos mesoamericanos tenían una gran aversión a los aztecas, víctimas de su militarismo y de su práctica de obtener cautivos para sacrificios humanos.

Así, Cortés se dirigía a Aguilar en español, este traducía sus palabras al maya y Marina lo hacía al nahuatl, la lengua de los aztecas. Como premio por aquellos servicios y después de participar en la conquista de México, Aguilar fue nombrado regidor de la capital y recompensado con tres encomiendas al norte, donde vivió hasta su muerte.

Por su parte, Gonzalo Guerrero, a quien parece que el mundo maya le dio más alegrías y seguridad que el europeo del s. XVI, decidió quedarse con los que en principio fueron sus captores, para convertirse con el tiempo en “indio blanco”, cacique y llegar a ser incluso “general”, según cuentan las crónicas.

Tras pasar de mano en mano como sirviente cayó en las del cacique Nanchacan, el cual residía en Chetumal, donde hoy miles de turistas visitan las pirámides de Tulum. Fue así, Guerrero el primer europeo en contemplarlas. Con el tiempo y por sus bravas y valientes actuaciones Guerrero supo ganarse la confianza del cacique y pidió servir en su ejército; además contrajo matrimonio con la hija de aquel líder, Xzazil, con quien tuvo tres hijos, una de las primeras estirpe de mestizos indianizados. Tanta fue su integración en la cultura maya que llegó incluso a luchar contra las huestes de Francisco Hernández de Córdoba, primero, y contra las de Francisco de Montejo después, siempre según los testimonios de los cronistas, que escribían de oídas, por boca de soldados que habían entablado combate con “barbudos de orejas horadadas”, símbolo esto último de los mayas.

El fin de su vida es tan incierto como su vida. Andrés de Cereceda escribió al emperador Carlos V contando que se había encontrado con el cuerpo de un cristiano vestido de indio, tatuado, con las orejas horadadas y con las armas y los atributos de un general maya.

El mito despertó y sigue despertando pasión por el estudio de este personaje, el primer “mártir” blanco de los indígenas de América.


Para saber más:
http://es.wikipedia.org/wiki/Jerónimo_de_Aguilar
http://es.wikipedia.org/wiki/Gonzalo_Guerrero

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