viernes, 27 de agosto de 2010

Una de tapas

Como toda costumbre que se precie, el origen de las tapas ha dado pábulo a toda clase de leyendas, normalmente protagonizadas por un rey o personaje de alta alcurnia. Aquí van tres de ellas:

Primera, hacia 1260

El rey Alfonso X el Sabio sufría una enfermedad a la que su médico personal no sabia cómo hacer frente. Desesperado, el galeno recomendó al rey tomar vino acompañado por pequeñas cantidades de comida para que aquel no le sentara mal. Obediente, el autor de la Crónica general, bebió y comió, con moderación, y...... se recuperó.

Asombrado, quiso compartir con el pueblo la bondad de este remedio y promulgó una ley que obligaba a las tabernas a servir un pequeño aperitivo con cada vaso de vino...

Bien se lo agradecemos hoy, aunque no consta en ningún lugar del amplio Corpus legislativo del Rey Sabio.

Segunda, hacia 1490

Gracias a la mano dura de los Reyes Católicos con los señores banderizos, los caminos de Castilla estaban tranquilos, lo que hizo aumentar el comercio, y esto trajo otros problemas.

Las tabernas en los caminos estaban siempre llenas de carreteros en tránsito, estos rudos hombres bebían vino y cerveza en exceso, lo que llevaba a un incremento de enfrentamientos cuando la sangre se calentaba y el alcohol nublaba los sentidos. Los RRCC consideraron que la mejor forma de paliar los enfrentamientos era obligar a los dueños de las tabernas a servir algo de comida con cada consumición alcohólica. Normalmente un trozo de pan con algo encima que servía de tapa al frasco de vino, para protegerlo de las moscas.

Tercera, hacia 1920

En el reinado de Alfonso XIII, el rey chulapo, tenemos una de las versiones más extendidas. Estaba el Rey recorriendo el sur de la provincia de Cádiz, de buenas a primeras decidió parar en un mesón que estaba a pie de carretera para tomarse un jerez. Estaba sentado en la terraza exterior disfrutando de su copa cuando una ráfaga de viento amenazó con llenar de arena el vaso regio. Uno de los camareros mostró grandes reflejos y colocó una rebanada de jamón que tenía en la mano sobre el vaso para taparlo. Un poco azorado se dirigió al Monarca: “Perdón Majestad, le he puesto una tapa para que no entre arena en su vaso”. El rey, divertido, se comió el jamón y le pidió otro vaso de jerez, “que lleve tapa”.

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